domingo, 14 de abril de 2019

LOCUS SOLUS / El Templo Interior






































"Aquel jueves de comienzos de abril, mi sabio amigo el maestro Martial Canterel me había invitado a visitar, con otros de sus íntimos, el inmenso parque que rodeaba su hermosa villa de Montmorency.

Locus Solus —tal es el nombre de la propiedad— es un sereno retiro donde a Canterel le gusta proseguir con toda calma espiritual sus múltiples y fecundos trabajos. En ese lugar solitario se encuentra suficientemente al amparo de los ajetreos de París, y puede no obstante trasladarse a la capital en un cuarto de hora cuando sus investigaciones le exigen demorarse en cierta biblioteca especializada o llega el momento de comunicar al mundo científico, en una conferencia extraordinariamente concurrida, algún descubrimiento sensacional.

Canterel pasa casi todo el año en Locus Solus, rodeado de discípulos que, rebosantes de admiración apasionada por sus continuos descubrimientos, lo secundan fanáticamente en la realización de su obra. La villa posee varias salas lujosamente dispuestas como laboratorios modelo atendidos por numerosos ayudantes, y el maestro se consagra por entero a la ciencia, allanando sin esfuerzo, con una gran fortuna de soltero exento de cargas, cualquier dificultad material que en el curso de su encarnizada labor susciten las diversas metas que se pone.

Acababan de dar las tres. Hacía buen tiempo y el sol resplandecía en un cielo casi uniformemente despejado. Canterel nos había recibido no lejos de la villa, al aire libre, bajo unos viejos árboles cuya sombra envolvía una cómoda instalación provista de diversos asientos de mimbre.

En cuanto se hizo presente el último de los convocados, el maestro se puso en marcha a la cabeza del grupo, que lo acompañó dócilmente. Alto, moreno, de fisonomía franca y facciones regulares, Canterel, de fino bigotito y ojos destellantes de una inteligencia maravillosa, apenas acusaba sus cuarenta y cuatro años. La voz cálida y persuasiva daba un atractivo enorme a su elocución subyugante, cuya seducción y claridad hacían de él un campeón de la palabra.

Desde hacía un momento subíamos por una avenida muy empinada. A mitad de la cuesta vimos al borde del camino, en una hornacina de piedra harto profunda, una estatua de extraña antigüedad que, hecha al parecer de tierra negruzca, seca y solidificada, representaba no sin encanto un niño desnudo y sonriente. Tenía los brazos tendidos al frente en ademán de ofrenda y las manos abiertas hacia el techo de la hornacina. De la palma de la diestra, donde había arraigado hacía largo tiempo, surgía un arbustito muerto de una extrema vetustez.

Canterel, que seguía andando distraído, tuvo que responder a las unánimes preguntas. 
—Es el Federal de semen-contra que Ibn Batuta vio en el corazón de Tombuctú —dijo señalando la estatua, y acto seguido nos develó su origen..."

(Locus Solus; R. ROUSSEL)

Iglesia del Surf del Cristo Risueño de la Costa LTD. MMXIX ©

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