lunes, 29 de enero de 2024

'Pataphysics: LA VULVA PEREGRINA (+)


"En el poema germano del siglo XIII “La espina de la rosa” (Der Rosendor) un hombre espía a una joven virgen que todos los días, poco antes del amanecer, se introduce a un hermoso jardín para darse un baño en un manantial que corre entre los rosales. Una mañana, mientras la dama se baña, una mágica raíz le roza la entrepierna, otorgándole a su vulva el don del habla. Acto seguido, la vemos enfrascarse en un singular diálogo con su dueña. Ante los fanfarroneos de su sexo, opina la muchacha que lo más importante en una mujer es la buena apariencia que exhibe por fuera. Los hombres valoran, por sobre todas las cosas, su rostro de facciones y contornos correctos y su cuello delicado. No es relevante, entonces, cómo luzcan las partes que oculta allá abajo. Al oír esto, la vulva se siente menospreciada y conmina a la joven a reconocer que es ella la que realmente otorga placer. En un giro descabellado, el debate se intensifica hasta llegar a una ruptura entre la dama y sus genitales. Ambas deciden separarse y seguir cada cual por su camino. No obstante, a fin de cuentas esta separación solo traerá malas consecuencias para ambas. La muchacha sufre el rechazo de su pretendiente quien descubre que no puede tener sexo con ella, en tanto la comunidad se burla de ella, llamándola «la mujer sin coño.” Mientras tanto, la vulva se ofrece a un joven, pero éste la confunde con un sapo y la echa a patadas. Finalmente, la vulva decide volver a la dama para lo cual cuenta con la asistencia del narrador quien la ayuda «clavándola» de nuevo en su sitio.

Aquella no es la única vulva movediza que encontramos en la imaginación medieval. Insignias profanas o carnavalescas empleadas por los peregrinos de los Países Bajos, que datan de finales del siglo XIV o principios del XV, retratan cómicamente vulvas andariegas antropomorfizadas. Se las puede ver coronadas como reinas, siendo llevadas en procesión por falos antropomorfizados; otras insignias del mismo tipo nos muestran una vulva vestida con el típico sombrero de ala ancha del peregrino; en una mano, lleva un bastón y en la otra, las cuentas de un rosario.

En la Edad Media los destinos de peregrinación más frecuentados eran Roma, Santiago de Compostela y, sobre todo, Jerusalén y Belén. Peregrinar hacia lugares santos era una actividad dotada de una carga espiritual profunda; abandonar el medio social habitual y lanzarse al camino era, en el fondo, reproducir la vida pública de Cristo de quien se nos dice que en ninguna parte encontró piedra donde reposar su cabeza. Pero el peregrinaje era también una actividad en extremo popular: una oportunidad para adquirir experiencias, ampliar el mundo.

Emprender un viaje, en aquellos tiempos, era lanzarse a una aventura plagada de peligros, privaciones e incomodidades. Era probable que el peregrino muriese en el camino y no regresara nunca a su hogar. De hecho, una posible explicación para aquellas insignias de vulvas antropomorfas sugiere que eran portadas por los viajeros debido a sus cualidades apotropaicas, es decir, se creía que servían para alejar a los malos espíritus del camino. De ser así, nos encontramos ante una práctica que nos habla de la pervivencia de aspectos de la cosmovisión pagana en la Edad Media cristiana. Otra encarnación de BAUBO, ahora bajo la forma de la vulva peregrina."
(La Humorista de Eleusis; ROBERTO SUAZO)

Iglesia del Surf del Cristo Risueño de la Costa LTD. MMXXIIII ©

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