"En el horno de la tribulación y por medio de un fuego continuo, el hombre, como el cuerpo terrestre del oro, participa de la cabeza negra del cuervo, es decir, es vuelto enteramente disforme y convertido en irrisión ante el mundo. Y esto no se hace exactamente durante cuarenta días y cuarenta noches, ni siquiera en cuarenta años sino a menudo durante todo el tiempo de su vida, de suerte que, a lo largo de ella, debe necesariamente tener con más frecuencia la experiencia del dolor que la del consuelo y la alegría, y la del abatimiento que la del regocijo.
Finalmente, su alma es completamente liberada por esa muerte espiritual como si fuese conducida hacia las alturas, es decir, que a pesar de que su cuerpo aún está en la tierra, él se vuelve con su espíritu y su corazón hacia lo alto, hacia la vida eterna y la Patria […]. Esta separación del cuerpo y del alma del hombre debe hacerse muriendo espiritualmente. Esta disolución del cuerpo y el alma tiene lugar en el Oro regenerado de modo que el cuerpo y el alma, estando como separados el uno del otro, no por ello dejan de estar fuertemente unidos en el vaso y reunidos; el alma de lo alto va recreando cada día el cuerpo y lo preserva de la destrucción final hasta el tiempo fijado en el que permanecerán juntos e inseparables […]. Es un refrigerio celeste y una recreación del cuerpo terrestre muerto en el hombre. En lo que se refiere a la muerte temporal, que es el salario del pecado, no se trata de una muerte verdadera sino de una disolución natural del cuerpo y del alma y una suerte de ligero sueño; también es una conjunción indisoluble y permanente del Espíritu de Dios y el alma: pero debes entender que hablo de los santos. Se la compara, por otro lado, a ese admirable ascenso y descenso que suele hacerse siete veces seguidas en la obra terrestre."
"Novecientas tres clases de muerte han sido creadas en el mundo, pues está dicho: «Y YHVH, nuestro Señor, da a la ‘muerte salidas’ (lemut totsot)» (Salmos 68, 21); en efecto, el valor numérico de la palabra ‘salidas’ (totsot) es novecientos tres. La más penosa de las muertes es la del garrote, la más dulce es la del beso [divino]. La del garrote es como una rama de espinas que se quisiera sacar de una bola de lana. O, según otros, como aguas que brotan ante la entrada de un canal. En cuanto al beso divino, es [una muerte tan fácil] como retirar un cabello de la superficie de la leche."
"Esta mirada o visión [la de Dios] es llamada por muchos un rapto, un éxtasis o una muerte espiritual; pues se produce entonces una cierta separación del alma con el cuerpo, pero no del cuerpo con el alma. De esta muerte está dicho (Éxodo 33, 20): «El hombre no puede ver a Dios y vivir», y también (Salmos 116, 15): «Preciosa en la presencia del Señor es la muerte de los santos». Y aún más claramente está explicada por el Apóstol diciendo (Colosenses 3, 3): «Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios». Es necesario, pues, que aquel que quiera penetrar los secretos de la Teología profética muera de esta muerte."
(S.D.G.)
Iglesia del Surf del Cristo Risueño de la Costa LTD. MMXXII ©
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