"La conjura de los imbéciles, de los charlatanes y de los Sabios ha tenido un éxito rotundo. Esta conjura tenía por objeto esconder la verdad.
Unos y otros han servido a esta gran causa, cada cuál según sus medios: los imbéciles por medio de la ignorancia, los charlatanes por medio de la mentira, los Sabios mediante el secreto. Los imbéciles no quieren que se descubra la verdad. Sospechan, instintivamente, que les molestaría. Si se les mostrara, apartarían la mirada; si se les pusiera en la mano, la dejarían caer; si se les forzara a mirarla cara a cara, gritarían horrorizados y correrían a esconderse bajo tierra. Los charlatanes no quieren que se descubra la verdad, porque arruinaría sus artificios, impediría su provecho y mostraría su vergüenza.
Los Sabios que poseen la verdad no quieren que se descubra. Siempre la han mantenido oculta.
Saben que saber es poder y quieren apartar de él a los indignos. Porque el saber en el indigno se vuelve malicia y el poder, peligro público y plaga. Por eso las reservas de conocimiento acumuladas durante milenios en los templos de Egipto permanecían inaccesibles a quien no había pasado por todos los grados de purificaciones y pruebas. Más tarde, los filósofos desconocidos, los nobles viajeros, los alquimistas, se transmitieron de la misma manera los restos de la misteriosa herencia, es decir, de boca a oreja, o, más bien, por la presencia y el ejemplo, en símbolos y enigmas; siempre bajo el sello del secreto. Si vivieron en la intimidad de las formidables fuerzas de la naturaleza, se guardaron mucho de hacer partícipes de ellas a los atolondrados.
¡Oh, Sabios que sabíais callar! ¿Dónde estáis? Merecéis que todos los seres vivos os proclamen su gratitud, ¡oh, Sabios!
¡Oh, Sabios que sabíais callar!, ahora hemos aprendido el valor de vuestra prudencia, la grandeza de vuestra humildad, la profundidad de vuestra caridad.
(...)
Los Sabios mantienen oculta la verdad porque aman la verdad, y no hay amor sin pudor, es decir, sin velo de belleza. He aquí porque no quieren descubrirla sino revelarla, es decir, recubrirla de velo luminoso. Por eso sólo han enseñado con parábolas, para que quienes tienen oídos para no oír permanezcan apartados; pero, también, para que quienes lo merecen aprendan los tonos y las claves de la música total. En sus oscuros textos, donde las recetas del Gran Arte están interrumpidas por advertencias piadosas, solemnes sentencias de alabanzas y plegarias, lucen los hilos que tejen el manto del rey de reyes.
Al ocultar los Sabios su saber por escrúpulo, los charlatanes aprovecharon para esconder su ignorancia bajo los mismo signos misteriosos. Los imbéciles los han confundido largo tiempo, creyendo tanto en unos como otros.
Y ahora la verdad está tan bien escondida que ya no se la busca. Incluso estaría totalmente perdida si no sobrevivieran algunos sencillos de espíritu para quienes la verdad existe..."
(LANZA DEL VASTO)
Iglesia del Surf del Cristo Risueño de la Costa LTD. MMXXII ©
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