sábado, 30 de noviembre de 2024

Serafín Carmesí / Fénix / RUBEDO


El fuego secreto de los alquimistas no es otra cosa que el espíritu mismo, simbolizado por las llamas ardientes. Cuando los textos esotéricos hablan de 'ángeles de fuego', como los Serafines, no hacen referencia a entidades externas, sino a las fuerzas interiores que impulsan la Gran Obra. En la etapa de la Rubedo, estas fuerzas alcanzan su máxima expresión, manifestándose como el color rojo que impregna tanto la materia transmutada como el alma purificada del adepto.

El Fénix alquímico simboliza la culminación de la Obra, el momento en que la materia, después de atravesar la putrefacción (Nigredo) y la purificación (Albedo), resurge gloriosa en su perfección última. Este renacer de las cenizas no es otra cosa que la transfiguración de la materia vulgar en oro espiritual, siendo el fuego el agente divino que cataliza este proceso.

La Rubedo, representada por el color rojo carmesí, es el pináculo de la Gran Obra, donde la materia prima alquímica se perfecciona en oro espiritual. Este color no solo denota la maduración, sino también la integración de los elementos: fuego y sangre como agentes de vida y transformación...
(FULCANELLI)

Los ángeles en la tradición cristiana son seres que encarnan la voluntad divina. En el caso de los Serafines, su fuego eterno no sólo simboliza la caridad y el amor divino, sino también la fuerza que transforma y eleva. Este fuego es la chispa que inicia el proceso alquímico interno, llevando al alma a un estado de perfección que se manifiesta en la unión mística con lo divino. La Rubedo, en este contexto, se corresponde con este logro final, el retorno al paraíso espiritual.

Los Serafines, con sus llamas ardientes, son los guardianes de la pureza divina, el vínculo entre lo humano y lo sagrado. En la tradición cristiana, su fuego representa la caridad divina, pero en la alquimia, esta llama es la chispa de transformación que eleva la materia a espíritu.
(R.A.)

En muchas tradiciones, el fuego aparece como el instrumento de la renovación cósmica. En el mito del Fénix, este se entrega voluntariamente a las llamas, porque sabe que la destrucción aparente no es más que un preludio a un renacimiento glorioso. Este acto refleja un tema arquetípico: la necesidad de atravesar el caos y la aniquilación para alcanzar un nuevo nivel de existencia. Los Serafines, en tanto agentes de fuego divino, pueden interpretarse bajo este mismo esquema: son los portadores de una luz transformadora que aniquila lo viejo para dar lugar a lo eterno.
(M. ELIADE)

El fuego es el agente universal, el mediador entre el cielo y la tierra. En su forma espiritual, se representa como un Ángel o un Serafín, cuyas llamas purifican y perfeccionan. Sin este fuego, la Obra no puede completarse, pues es él quien otorga al adepto la iluminación necesaria para ver más allá de la materia y comprender los secretos de la transmutación.
(FILALETEO)

En el crisol, el fuego consume todas las impurezas de la materia, tal como el sacrificio del Redentor purifica el alma. Así como el Fénix se consume en las llamas para renacer glorioso, Cristo-Lapis resucita tras su pasión y muerte, transformando el mundo con su luz divina. Este es el misterio de la Gran Obra, donde lo muerto se convierte en vida eterna.
(FLAMEL)

El proceso de la gran obra es la muerte del ego, el Fénix que se consume en el fuego y resucita, renacido en el espíritu. En el crisol de la vida, el alma sufre, pero al mismo tiempo, se purifica, hasta alcanzar la perfección como el oro de la alquimia.
(J. BOEHME)

El misterio de Cristo es el misterio del Fénix.*** 
Iglesia del Surf del Cristo Risueño de la Costa LTD. MMXXIIII ©

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