viernes, 20 de octubre de 2023

Melancolía de San Arthur Rimbaud


"Ahora yo. La historia de una de mis locuras.

Desde hacía largo tiempo, me jactaba de poseer todos los paisajes posibles, y encontraba irrisorias las celebridades de la pintura y de la poesía moderna.

Me gustaban las pinturas idiotas, dinteles historiados, decoraciones, telas de saltimbanquis, carteles, estampas populares; la literatura anticuada, latín de iglesia, libros eróticos sin ortografía, novelas de nuestras abuelas, cuentos de hadas, libritos para niños, óperas viejas, canciones bobas, ritmos ingenuos. Soñaba con cruzadas, con viajes de descubrimientos de los que no hay relatos, con repúblicas sin historia, guerras de religión sofocadas, revoluciones de costumbres, desplazamientos de razas y de continentes: creía en todos los encantamientos.

¡Inventé el color de las vocales! -A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde-. Reglamenté la forma y el movimiento de cada consonante y me vanagloriaba de inventar, con ritmos instintivos, un verbo poético accesible, cualquier día, a todos los sentidos. Me reservaba la traducción.

Al principio fue un estudio. Yo escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable. Fijaba vértigos."

*****

"Alquimia del verbo: estas palabras que se repiten un poco al azar hoy día exigen ser tomadas al pie de la letra. Si el capítulo de 'Una temporada en el infierno' que ellas denominan no justifica quizás toda su ambición, no es menos cierto que puede ser considerado del modo más auténtico como el incentivo de la difícil actividad que hoy (...) Pecaríamos de puerilidad literaria si pretendiéramos que no es mucho lo que debemos a ese ilustre texto. ¿El admirable siglo XIV es menos grande en el sentido de la esperanza (y, por supuesto, en el de la desesperanza) humana por el hecho de que un hombre del genio de Flamel recibiera de una potencia misteriosa el manuscrito, que ya existía, del libro de Abraham el Judío, o porque los secretos de Hermes no se habían perdido completamente? No lo creo, y considero que las búsquedas de Flamel, con todo lo que aparentemente muestran de éxito concreto no pierden nada por haber sido de ese modo ayudadas o anticipadas. Del mismo modo en nuestra época, todo pasa como si algunos acabaran de ser puestos en posesión, por vías sobrenaturales, de una singular antología producto de la colaboración de Rimbaud, Lautréamont y algunos otros, y como si una voz les hubiese dicho, como el Ángel a Flamel:

Mirad con atención este libro, ahora no comprendéis nada, ni vosotros ni muchos otros, pero un día veréis en él lo que nadie sería capaz de ver.*

Iglesia del Surf del Cristo Risueño de la Costa LTD. MMXXIII ©

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